Jaque al Rey

El Rey, con andador, se paseaba por la habitación de buen humor; aún no sabía que el equipo del Príncipe de Asturias iba a derrotar al suyo. Horas antes del partido, en las calles del centro del Foro, un pelotón de republicanos con la tricolor destiñéndose por la lluvia exigía la abolición de la Monarquía. Iban detrás de una pancarta que decía: «Jaque al Rey». Por fin prescindieron de esos pavorosos pareados en los que suelen incurrir los manifestantes.

Al ajedrez jugó con pasión la izquierda desde Robespierre a Trotski, desde Lenin al Che; además es un juego demoniaco y masónico que estuvo prohibido por los Papas. Pero tal vez los rojos de ahora no saben que las Repúblicas no vienen, sino que advienen cuando los partidos dinásticos quieren cambiar de rey.

Llovía sobre el Viaducto, el Mercado de la Cebada, Ópera. Los furgones de la madera acorralaban a los agitadores: empapelaron a 65, a 49 les requisaron las estacas mientras gritaban: «El próximo desahucio será en La Zarzuela». Le digo a uno de los organizadores que la manifestación ha sido un fracaso y me responde con el optimismo de la voluntad. Había sólo 600 policías menos que manifestantes; además, ahora las movilizaciones son permanentes e inesperadas. La de hoy en Mallorca, según él, vaciará los pueblos de la isla. «El jaque al Rey se le da en las encuestas. La Monarquía está acabada, encarna el agotado modelo del bipartidismo».

Al Rey no lo va a echar nadie, a pesar de los trajines de los áulicos. Pedro J. escribe que hay topos en la Casa Real, personajes ambiciosos con mucha prisa por asegurarse posiciones de influencia en un imaginario nuevo régimen. En la maquinación de alcoba no hay espadones ni confesores, más bien un retén de pillos y delatores. Lo decía Chamfort, secretario del Club de los Jacobinos: «Amistad de corte, palabra de zorros y mundo de lobos».

Una de las primeras enseñanzas de su padre, el Conde de Barcelona, a Juan Carlos fue: «Tu abuelo tuvo que abandonar España pero siguió siendo rey hasta su muerte. ¿Sabes, Juanito? Un rey no debe abdicar jamás».

El rey es la figura más importante del tablero pero la pieza más frágil, sin estuche de púrpura. En la Monarquía Parlamentaria no hay poetas de corte, como los había en la Monarquía Absoluta, donde Cervantes le llamaba al rey «mi gallo» y los poetas barrocos componían ditirambos vergonzosos sólo porque los monarcas mataban un toro o un jabalí en los Montes del Pardo. Aún después, Larra llama a Fernando VII Rey de la Paz y dedica un poema al embarazo de la reina.

Ahora, cada rey tiene que lamerse su pijo. Pero el sábado la lluvia se puso de parte del Monarca.